Desde la antigüedad, la arquitectura ha buscado soluciones ingeniosas para lograr eficiencia energética sin recurrir a sistemas mecánicos.
Antes de la electricidad y los climatizadores, ya existían construcciones capaces de mantenerse frescas en verano y cálidas en invierno gracias a principios bioclimáticos, materiales naturales y un diseño adaptado al entorno.
Este artículo explora la historia de la eficiencia energética en la arquitectura y cómo el conocimiento acumulado durante siglos puede guiarnos hoy hacia edificaciones más sostenibles y resilientes.
La preocupación por la eficiencia térmica no es reciente.
En el siglo V a.C., Sócrates ya anticipaba cómo debían diseñarse las casas, afirmando que "es más agradable tener la casa fresca en verano y cálida en invierno" , ¡ Elemental !
A partir de esta idea tan simple y básica, comenzó a defenderse la construcción de viviendas considerando la incidencia del sol.
Posteriormente, el Imperio Romano desglosó los principios de la arquitectura bioclimática que se utilizarían a lo largo de su territorio.
Estos conocimientos permitieron desarrollar construcciones que aprovechaban eficientemente los recursos naturales antes de que existiera la electricidad, ya que la casa en sí misma –sin calentadores ni luces eléctricas– era lo único que protegía a los habitantes de los factores climáticos.
Podemos resaltar algunos ejemplos históricos de construcciones eficientes :
Iglús, eficiencia térmica en climas extremos
Los iglús, construidos con bloques de nieve ( no de hielo , esto es importante ), son un ejemplo extraordinario de eficiencia energética.
La nieve es menos densa que el hielo, lo que la hace más aislante.
Con pieles colocadas en el interior para mejorar el aislamiento, cuando en el exterior se alcanzan temperaturas por debajo de -35°C, en el interior se puede estar a 0°C utilizando solo una pequeña lámpara de aceite y el calor corporal.
Su forma semiesférica es clave, ya que minimiza la superficie de pérdida de calor.
Casas de adobe (siglo I a.C.)
Marco Vitruvio Polión, arquitecto romano de Julio César, construía casas utilizando cal, arena y agua.
Estas construcciones eran energéticamente eficientes gracias a su alto aislamiento térmico y su forma abovedada, que les permitía resistir los cambios de temperatura extremos del desierto.
Utilizaban materiales de bajo impacto ambiental y abundantes en la naturaleza.
Casas cueva
Las viviendas excavadas en la tierra o la roca ofrecen un excelente aislamiento térmico natural.
La tierra proporciona una gran inercia térmica, manteniendo una temperatura estable durante todo el año independientemente de las fluctuaciones exteriores.
Edificios históricos
Los estudios han demostrado que los edificios construidos antes de 1940 requieren menor consumo de energía para calentar y enfriar que las casas construidas en los siguientes 35 años.
Esto se debe a que se diseñaban capitalizando recursos naturales de iluminación, calefacción y ventilación.
Las construcciones históricas incorporan numerosos elementos que las hacen inherentemente eficientes desde el punto de vista energético, muchos de los cuales siguen siendo relevantes para la arquitectura sostenible actual.
Los edificios históricos generalmente son más eficientes energéticamente que muchas construcciones modernas.
Las construcciones históricas fueron diseñadas considerando el entorno y clima local, aprovechando los recursos naturales disponibles para maximizar el confort térmico sin depender de sistemas mecánicos.
Las construcciones antiguas utilizaban materiales como :
La envolvente más permeable de los edificios históricos, aunque puede causar algunas fugas de aire, también permite una ventilación natural que ayuda a regular la humedad y renovar el aire interior.
Los sistemas pasivos eficientes, basados en la ventilación natural y los sistemas de ventilación cruzada y estratégica permitían el flujo de aire para refrescar los espacios en verano y mantener la calidad del aire interior.
Al tiempo, el diseño de ventanas, lucernarios y espacios interiores estaba pensado para maximizar el aprovechamiento de la luz natural, reduciendo la necesidad de iluminación artificial.
Entre los elementos que favorecían la eficiencia térmica de los edificios históricos podemos encontrar :
La orientación estratégica en cada tipo de clima era fundamental.
En climas fríos, los constructores tradicionalmente orientaban los espacios más grandes hacia el sur con la mayor superficie acristalada posible, permitiendo el paso de la luz solar para calentar el ambiente.
En climas cálidos, se minimizaban las estancias orientadas hacia el sur y se reducía la luminosidad para que la sombra refrescara los espacios.
La ventilación cruzada natural mediante aberturas en paredes opuestas o adyacentes, en las que el aire puede fluir naturalmente, refrescaban las estancias en verano o en lugares muy cálidos.
Sabiendo que las corrientes de aire más calurosas proceden de las orientaciones al sur y que el aire caliente tiende a subir, se instalaban ventanas y puertas en la fachada norte para extraer el aire caliente, mientras que el aire fresco entraba por las ventanas situadas al norte.
En las viviendas de climas cálidos, era frecuente encontrar patios con agua y plantas, que generaban aire fresco durante la noche.
Estos espacios creaban microclimas que ayudaban a regular la temperatura interior.
Materiales con propiedades térmicas apropiadas como las paredes gruesas de adobe, piedra o tierra regulaban las fluctuaciones de temperatura externas. El aire, uno de los mejores aislantes, se aprovechaba mediante cámaras en la construcción para evitar la transferencia de calor.
Vegetación estratégica a base de árboles y plantas en el exterior de las edificaciones crean microclimas que refrescan el ambiente. Colocadas estratégicamente, pueden proteger del frío del viento invernal u ofrecer sombra en verano, controlando además la erosión.
Actualmente, muchos arquitectos diseñan viviendas inspiradas en estas formas tradicionales que han demostrado ser altamente eficientes.
La arquitectura bioclimática moderna incorpora :
Aislamiento térmico y ventilación cruzada para mantener la temperatura interior
Energías renovables, especialmente solar con placas fotovoltaicas.
Elementos exteriores como toldos, persianas y pérgolas que ayudan a mantener la temperatura con sombras
Colores adecuados: claros para reflejar la luz y hacer estancias más frescas, oscuros para absorber calor
Espacios verdes como terrazas, jardines o ventanas con plantas que crean ecosistemas naturales y protegen del calor
Los estudios confirman que estas técnicas tradicionales pueden generar importantes ahorros energéticos. Por ejemplo, las cubiertas o fachadas vegetales pueden ahorrar hasta un 31% en costos de calefacción.
El estudio y conservación de estos elementos eficientes de la arquitectura histórica no solo permite preservar el patrimonio construido, sino también extraer valiosas lecciones para la arquitectura sostenible contemporánea, demostrando que muchas soluciones "modernas" tienen sus raíces en la sabiduría constructiva tradicional.
Esta sabiduría arquitectónica acumulada durante siglos nos demuestra que construir en armonía con el entorno no solo es más sostenible sino también más eficiente energéticamente, una lección que la arquitectura contemporánea está redescubriendo.